13.9.07

Els xiquets de Bombay


JORDI JOAN BAÑOS
NUEVA DELHI (Corresponsal)
Quién lo iba a decir, Vilafranca y Valls han sido desbancadas por Bombay como ciudad más castellera. Aunque allí no haya colles, sino mandales, ni sus miembros se llamen xiquets –o minyons- sino govindas. Sin embargo, el pasado martes levantaron más de cinco mil castells en Bombay y ciudades cercanas como Thane y Pune. Como casi todo en India, la explicación para dicho fervor tiene algo de religioso y algo de material. Para empezar, en India sólo se celebra una "jornada castellera" al año, concretamente, en el segundo de los dos días en que se conmemora el nacimiento del dios Krishna o Govinda. Es el llamado Janmashtami, que según el calendario lunar hindú, cae en agosto o septiembre.
Durante dicho festival se disfraza a los niños como a Krishna –o su consorte, Radha- y se representan episodios de su infancia. En los templos se baña al ídolo con leche y zumos, y se le viste con ropas nuevas. También se le cocinan más de cien platos, pero como su apetito es limitado, antes de que se lo coman los gusanos, se lo comen los cristianos –es decir, los hindúes, espoleados por todo un día de ayuno. Los dulces también son muy populares, puesto que al Krishna niño se le tiene por goloso. Pero en el estado de Maharashtra la fiesta más esperada es el Dahi Handi, en que los govindas, en una rara combinación de castells y cucaña, construyen torres humanas de hasta ocho pisos para alcanzar una olla repleta de mantequilla, yogur, frutos secos y, últimamente, muchos billetes. El enxaneta tiene como misión romper el puchero colgado a varios metros de altura, con un palo o con su propia cabeza, previamente blindada. Ser salpicado es una bendición y los fragmentos de olla sirven además para espantar a los malos espíritus y a los ratones, según los creyentes. Para hacer la tarea más escurridiza, los vecinos lanzan globos de agua a los intrépidos escaladores. Cabe precisar que en india no les llaman castillos, sino pirámides, aunque por lo demás, el parecido con nuestros castells es extraordinario, hasta en el entusiasmo con que celebran los éxitos.
Los Govinda pathaks o pandillas de Govinda, emulan así las travesuras del dios niño, que según la leyenda se dedicaba a robar mantequilla por las casas, obligando a las mujeres a guardarla en ollas suspendidas del techo. Krishna, que entonces aún no tenía su tradicional piel azul –una larga historia- prefiguraba ya su juventud bohemia, marcada por la afición a tocar la flauta y sustraer la ropa de las pastorcillas mientras se bañaban.
"Govinda alaa re", "Govinda ha venido", tararean los castellers indios. No es un himno milenario, sino una canción de Bollywood de hace cuarenta años! A los 500 grupos de govindas de Bombay se han añadido, a lo largo de los últimos doce años, ocho colles formadas por chicas -y no tan chicas, de los diez a los sesenta años. Cabe advertir que no hay colles mixtas, puesto que un contacto físico tan estrecho en público es inimaginable en India –fuera de sus abarrotados autobuses y trenes, claro, aunque en Bombay hay vagones sólo para mujeres.
Ejemplo catalán
El evasivo encuentro entre dos tradiciones castelleras tan distintas como la catalana y la india se produjo finalmente el año pasado. Tras una visita a Bombay de miembros de colles catalanas, que estaban realizando un documental, once govindas, diez chicos y una chica, de las clases más bajas, consiguieron un patrocinador indio para viajar a Catalunya. En noviembre, nada más aterrizar en el aeropuerto del Prat, saludaban a sus anfitriones con un "pilar de quatre". Luego recorrieron Terrassa, Tarragona, Valls, Barcelona, Sitges y Vilafranca, donde actuaron junto a los castellers de dicha ciudad. A los indios les interesaba conocer la técnica catalana para alcanzar castells de hasta nueve y diez pisos, puesto que ellos muy raramente han conseguido pasar de los ocho. De regreso a India, los govindas declaraban que de los catalanes habían aprendido concentración, estructuras más complejas y bases más sólidas –en India se sube a la brava y en un santiamén, sin folre, ni manilles, ni lindezas paganas.
La tradición de los Govinda pathaks, que tiene apenas setenta años, fue revitalizada en décadas recientes por el partido regionalista y antimusulmán Shiv Sena, que gobierna en Bombay, como ejemplo de cultura maratí. Pero del puchero al pucherazo no media una gran distancia. Y en los últimos años hay una auténtica competición entre políticos por organizar ollas dotadas de suculentos premios, en varios casos de 2000 euros, que se reparten entre los govindas ganadores. Una forma tradicional y festiva, pues, de comprar el voto de barrios miserables.
El pasado martes, de las 5000 ollas que se colgaron en varias calles de Bombay, sólo 3 quedaron intactas, sin que ningún mandal fuera capaz de romperlas en pedazos. Una de ellas, inexpugnable a trece metros de altura, lleva doce años entera con su premio de 20.000 euros. En esta última edición, los castellers indios han sido promocionados por primera vez como atractivo turístico por parte del gobierno del Estado. El director general de Turismo de Maharashtra, Vijay Chavan, afirma haberse inspirado, precisamente, en la masa de público que atraen los castells en Catalunya. Por otro lado, la música se ha ido convirtiendo en un ingrediente cada vez más importante y, últimamente, hasta algunas estrellas de Bollywood se implican en el Dahi Handi. Como nota luctuosa, este año ha habido que lamentar un accidente mortal y más de un centenar de heridos. El año pasado hubo tres muertos y 150 govindas con los huesos fracturados, aunque felizmente salpicados con mantequilla bendita.