27.11.07

LOS SIN TIERRA TAMBIÉN VOTAN CON LOS PIES

Janadesh: La larga marcha de los indios invisibles

JORDI JOAN BAÑOS

NUEVA DELHI.- Son muchos, más de 25.000, pero representan a decenas, cientos de millones. Y a pesar de ser tantos, son invisibles para los medios de comunicación indios. Su entrada en Nueva Delhi fue en domingo, como para no molestar, después de veinticinco días de marcha. Han salido del corazón de India, Madhya Pradesh, el día 2 de octubre, aniversario de Gandhi. Y con el mismo espíritu inquebrantablemente no violento, han atravesado los pueblos de una India polvorienta, oculta a turistas e inversores. Tras andar 340 kilómetros -muchos de ellos con los pies descalzos- la gran mayoría ha alcanzado la capital. Siete se han dejado la vida en el camino, tres de ellos, atropellados.Marchan en silencio, con expresión adusta y agotada, disciplinadamente en tres columnas, apoyándose en bastones de caña. Hombres y mujeres, niños y ancianos, la mayoría jornaleros, desheredados todos. Ellas, con una enorme determinación en la mirada y, a pesar de tantos días de marcha, impecablemente aseadas, vistiendo sus multicolores atavíos tradicionales.
De vez en cuándo, algunos corean vivas a Ekta Parishad, el movimiento gandhiano que ha vertebrado sus agravios. Vienen de las profundidades de India y todo en ellos delata una miseria extrema, aun en el país que más pobres alberga. Muchos son dalits o intocables, con toda propiedad, parias de la tierra. Hay también adivasis o indígenas tribales, los más primitivos habitantes del subcontinente indio, de piel todavía más oscura, de lengua todavía más oscura y aún más marginados. De muy atrás también procede su demanda: derecho a la tierra que trabajan. Y a los bosques.
Ram Pravesh es de Bihar y tiene 28 años pero aparenta quince más. No lleva zapatos. Se unió a la convocatoria porque, a fin de proteger a un rumiante salvaje, se le veta la entrada al bosque donde cortaba leña. Aspira, dice, a cultivar un pedazo de tierra y a educar a sus hijos. Su caso ejemplifica otros muchos, en que la presión conservacionista ha chocado con formas de sustento tradicionales.
El pasado lunes, Ram y los demás vieron como cientos de policías -con cañas parecidas para un uso distinto- les impedían salir del descampado donde habían pernoctado, dando al traste con su intención de hacer una sentada frente al Parlamento, susceptible de transformarse en huelga de hambre. No obstante, a media tarde, el anuncio de que el Ministro de Desarrollo Rural había aceptado todas sus condiciones tornó el desasosiego en alivio. Ni el gobierno, ni los organizadores, querían una bomba de relojería humanitaria en pleno corazón de Nueva Delhi. Una multitud hacinada sin condiciones sanitarias sostenibles. Sin olvidar que sus exigencias no eran maximalistas, que sus métodos eran pacíficos y las alternativas, peores. Como dice Rajagopal –que oculta sus apellidos con iniciales para no manifestar su casta-, si un gobierno democrático no honra sus compromisos, echa a los desposeídos en brazos de las guerrillas maoistas, que ya infestan uno de cada cuatro distritos del país.
Y es que, a pesar de la eficiente logística –se agrupaban en grupos de mil para comer- el agua empezaba a escasear. Y los problemas de malnutrición y deshidratación ya habían hecho mella durante la marcha. Así lo revela uno de los 25 médicos, apoyados por seis ambulancias. ¿25.000 concienciados? Tal vez no. Seguro que más de una familia se debió unir a la comitiva por la ración diaria de rancho. Lo que sólo confirmaría la privación del campo indio, donde cada día son varios los campesinos que se suicidan con pesticidas por no poder devolver un crédito a un usurero. Muchos de estos suicidas cultivan el algodón en un estado –Maharashtra- donde las exportaciones textiles crecen con cifras de tres dígitos.
People have the power
Ante tamaña demostración de fuerza, todos los partidos políticos se apresuraron, a lo largo del itinerario, a prometer su apoyo a la denominada "Janadesh 2007" o "veredicto popular 2007". Esta semana, en caliente, el gobierno indio, se ha comprometido a crear un comité para la propiedad y la reforma agraria, encabezado por el Primer Ministro; juicios rápidos para los casos de disputas de tierras; y un órgano específico para canalizar las demandas de los indígenas. Los jornaleros quieren una parcela de tierra, en muchos casos, y en otros, simplemente, que se les reconozca con un título de propiedad la tierra que trabajan, a veces desde hace generaciones. Y que se realice con la misma celeridad reservada a las adquisiciones de terrenos por parte de empresas. No obstante, cabe preguntarse si esta privatización de tierras comunales, en muchos casos, no terminará facilitando y acelerando las adquisiciones por parte de grandes compañías.
Un equipo de cuatro catalanes -Oriol, Sergi, Enric y Juli- han seguido la marcha –en coche y a pie- desde sus preparativos, para la realización de un documental. Para ellos, ha sido toda una lección de política -que no desmerece el lema de que India es la mayor democracia del mundo- "ver como las demandas de más abajo consiguen ser canalizadas hasta los más alto". También encontramos a una canadiense, Wynne, que califica a sus desarrapados compañeros indios de viaje de "gente abierta, honrada y creativa", que le ha proporcionado, cada atardecer, "la mejor música de India". Un traductor de ocasión, Danish, estudiante de arquitectura, reconoce haber visto "una cara nueva" de su propio país.
El lunes por la tarde, la cena de campaña –arroz, patatas, roti- sabía mejor por ser la última. Algunos se apresuraban a huir del asfalto y tomar el tren de regreso, ya esa misma noche. Recogían los cacharros, la esterilla de plástico, la botella vacía. Para volver al silencio y la invisibilidad, que no estorbe el relato de la India emergente, contado por su élite urbana y anglófona. En cualquier caso, los invisibles, el lunes al atardecer en Nueva Delhi, sonreían, impacientes por contar a sus paisanos la jornada en que el mundo los miró. Y las maravillas de la gran ciudad que vislumbraron desde la calzada.
PD: Una ONG británica apoya económicamente la iniciativa de Ekta Parishad. Lo que pudo influir en que, finalmente, BBC World abriera sus informativos con la marcha. Lo que a su vez forzó a las televisiones indias a sacar a sus propios compatriotas de la invisibilidad. Pero a las pocas horas, ese mismo lunes, la Bolsa de Bombay superaba los 20.000 puntos y, de rebote –seguramente con alivio- los periódicos podían volver al triunfalismo de sus obscenos titulares de costumbre: "El hombre más rico de la tierra es un indio. Su fortuna supera los 40.000 millones de euros".

Publicat en versió lleugerament reduïda a "La Vanguardia", el novembre de 2007, en primera edició. Va saltar de la segona edició –la que es distribueix majoritàriament a Catalunya- després que Sarkozy decidís aterrar a Barajas a mitjanit, en la seva operació de rescat d’hostesses espanyoles al Txad.