14.2.09

El fundamentalismo hindú contra San Valentín

BRAGUITAS ROSAS CONTRA LOS FANÁTICOS

JORDI JOAN BAÑOS

Bangalore. Corresponsal

La creciente guerra de costumbres en India podría resolverse hoy, provisionalmente, en un fuego cruzado de braguitas y de saris rosas. Los fundamentalistas hindúes llevan años presentando batalla a la festividad de San Valentín, vista como "un esfuerzo deliberado de las potencias extranjeras en destruir nuestra cultura". Estos movimientos de inspiración fascista -"Mein Kampf" se vende más en India que el Rig Veda- no dudan en aplicar su dialéctica de los puños contra chicas que se atreven a entrar en bares.

Sucedió a finales de enero en la costera Mangalore, cuando a plena luz del día tres decenas de jóvenes -oportunamente seguidos de un cámara, pero de ningún policía- la emprendieron a porrazos con varias jóvenes, arrastrándolas del pelo y humillándolas. Su delito, estar en un local donde se sirve alcohol, acompañadas de chicos. Algunos de los cuales, para mayor "deshonra", eran musulmanes. Las imágenes dieron la vuelta a India y han creado indignación entre la clase media.

Todos estos "defensores de la cultura india", sin excepción, iban vestidos al modo occidental, algo que consideran inaceptable en el caso de ellas. Para más inri, el primer ministro del estado -del partido chovinista hindú BJP- así como su homóloga en Delhi y el Ministro de Sanidad -estos dos últimos del Congress- echaron más leña al fuego: "La cultura de pub tiene que acabarse". Sólo la ministra de la Mujer incidió en el tema de fondo, que es la libertad e igualdad femenina y el carácter inaceptable de cualquier agresión. Porque la "cultura de pub" nunca ha sido visto como un problema, o antiindia, mientras ha sido un asunto masculino. Mientras, el ministro de ferrocarriles aprovecha para aconsejar a los jóvenes que no se casen por amor y mantengan la práctica del matrimonio concertado por los padres.

Pero no va a ser tan fácil devolver al redil a una generación de jóvenes asalariados que se ha acostumbrado a ganar más que sus padres desde el primer sueldo. A través de internet se han organizado y presentan batalla, no sin humor. Grupos como la "Confederación de mujeres laxas, modernas y frecuentadoras de pubs" ha puesto en marcha una campaña para enviar braguitas rosas a las oficinas del Ejército de Ram, el grupo extremista hindú de Mangalore. En un imprevisto acceso gandhiano, la cara visible de estos ya ha anunciado que responderá ofreciendo un sari rosa por cada braguita, "hasta un máximo de mil", algo igualmente bien recibido por las chicas casquivanas. Cuando él y los suyos salieron de la prisión preventiva bajo fianza -adornados de naranja, color del hinduismo- sus promesas de volver a las andadas fueron jaleadas por una multitud, mientras la inútil policía india -que tan a menudo se niega a tomar denuncias de violaciones- sonreía.

Hoy en Bombay, el Ejército de Shiva, un partido importante, volverá a saquear hoy los puestos de venta de postales o chocolatinas con forma de corazón y pisotearán las rosas. A las parejas en actitud sospechosa se las conminará a separarse, "de lo contrario los casaremos allí mismo". Una de estas manadas avergonzó esta semana en Mangalore a una adolescente que tonteaba con un joven musulmán. El padre se creyó forzado a presentar una denuncia por violación contra el joven -que sí fue registrada- lo que llevó a la chica a suicidarse. Estos grupos son los mismos que vandalizan iglesias en la zona o zurran a los que llevan símbolos cristianos en el coche.

Impasibles, las hijras (travestis) de Bombay, se afanaban ayer en envolver el Kamasutra que pretenden regalarle hoy al líder del Ejército de Sena -admirador de Hitler- "para aumentar su conocimiento de la cultura india". Otro grupo habla ya de convertir el 1 de marzo en Día del Kamasutra como alternativa indígena al San Valentín anglosajón.

El Día de los enamorados en India es tan kitsch como en cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo, pese a su descarada comercialidad, en India tiene un potencial revolucionario que nunca fue imaginado por sus difusores estadounidenses. Porque en la India rural sigue siendo impensable ir de la mano -sólo ellos-, algo todavía audaz en la India urbana. El mayo del 68 que esperan en India es, quizás, el de 1868. Para el puritanismo hindú -reforzado por las ocupaciones islámica, victoriana y misionera- mentar el amor es como mentar el sexo en un convento.

El amor es algo sólo tolerable en el cine de Bollywood. Como el baile. "Evite bailar", reza ahora un cartel en el pub del Hotel Taj de Bangalore. No ha sido secuestrado por los talibanes, como el Taj Mahal de Bombay, sino por puritanos hindúes salidos de las urnas hace unos meses, que han prohibido bailar en público en el estado de Karnátaka. Bangalore fue conocida por la "pub capital" de India. Ya no. A partir de las 11.30 de la noche los jóvenes se dedican a comer, porque beber ya es imposible. Con lo cual, proliferan las fiestas "rave" en medio de la nada, a treinta kilómetros, con enorme riesgo para conductores y pasajeros.

Pero eso es cuando la fiesta -por llamarla de algún modo- en Bangalore ya ha terminado. Antes, un sábado a media tarde, la zona comercial atrae también a hordas de jóvenes -sólo chicos- llegados del este de la ciudad. Hablan kannada -la lengua nativa- y no tienen dinero. Pero sí ojos, y miran como si fueran de otro planeta a las chicas indias con tejanos que hablán inglés y ríen con otros chicos indios con los que toman café o cerveza, a precio de oro. Algo sucedido sucede en Bombay con los hablantes de maratí. A unos y otros, mientras tanto, sus mamás les deben estar buscando una chica de su casta cuya familia pueda pagar una buena dote. Pero la edad del matrimonio es cada vez más tardía. Un explosivo -y manipulable- cóctel de frustración sexual y económica. "Es una guerra de clases", reconoce Suresh, productor discográfico. El abismo entre India y Bharat (nombre hindi del país) crece. Y a algunos les recuerda al Teherán de antes de la revolución.